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martes, octubre 09, 2007

Hace 12 años...

Un lunes 9 de octubre, a las 9.45AM se respiraba un aire fresco que venía del mar; días anteriores había temblado, de hecho ese día en la madrugada hubo un temblor algo fuerte, cuando llegaba a la secundaria comentaba con mis amigos con un poco de gracia cómo había despertado tan a prisa debido al movimiento de la Tierra, no sabíamos lo que nos esperaba.
Días atrás comentábamos con la maestra Armida Núñez cómo el mar se "recorría", eso lo podíamos constatar viendo el agua de "El Puente" cada vez que íbamos o regresábamos de la escuela "Ricardo Flores Magón".

Mi salón estaba en un segundo piso, cursaba el 2 año de secundaria, tenía 12 años de edad, ese día, al terminar con la última clase previa al recreo bajé a almorzar, compré un agua de arroz y unos tacos dorados, ambos en bolsitas de plástico; cuando me disponía a subir a mi aula y desayunar allí, un amigo me dijo que lo esperara, él aún no compraba su desayuno.
Me alejé un poco del bullicio de la multitud que se amontonaba y aventaba sobre los demás con el afán de ser atendidos con prontitud.

De pronto...La voz de mi mamá comenzó a resonar en mi hueca cabeza con sabias recomendaciones: "cuando tiemble ponte en lugares despejados, no corras, no llores, tranquilízate y nada pasará". De repente y como si fuera un juguete de cuerda impulsado por el miedo a la muerte comencé a caminar hacia la plaza cívica, volteé a hacia cooperativa y el tumulto y gritos no parecían percibir nada, seguían comprando cosas, pues faltaban 5 minutos para que el recreo terminara.

Llegué a la plaza cívica, envuelto en una sensación de temor, con mis bolsas en mis manos, el agua en la derecha y los tacos en la izquierda. Súbitamente comencé a sentir un movimiento en mis pies, que crecía con asombrante rapidez, todos los alumnos de la secundaria comenzaron a correr hacia donde estaba yo, que era el lugar más despejado y cercano para ellos; al mismo tiempo del movimiento, la termoeléctrica comenzó a expulsar los gases por las calderas, era un ruido infernal que taladraba nuestros cerebros.

Días anteriores corría el rumor de que la profecía de Santa Fátima se iba a cumplir en esas fechas y que un terremoto de 72 horas causaría muerte y desolación en todo el mundo...
Regresando a la escuela y mientras temblaba (yo muy sereno y tranquilo que incluso bebía de mi agua) me hacía ánimos de que pronto terminaría, de que nada pasaría, de que ya se había terminado... seguía temblando y los gritos y llantos de mis compañeros crecía y crecía, los profesores abrazaban a los pupilos, secaban sus lágrimas y trataban de reconfortarlos, yo estaba solo, como encerrado en una burbuja a prueba de miedo y llanto.

El temblor fue de todos los sabores, trepidatorio, oscilatorio y hasta nuevas formas de movimento fueron sentidas. Al final de este, la Tierra se mecía, como una hamaca siendo movida por el viento, llegué a creer que ese era el temblor del que se había hablado tanto... el fin del mundo se avecinaba.

Cuando por fin finalizó (para mi duró una eternidad) el director de la escuela se dirigió a nosotros y nos dijo que fuéramos por nuestras cosas a los salones (no puedo creer cómo nos dijo eso sin saber en qué condiciones se encontraban los edificios). De repente, todos los que nos encontrábamos ahí corrimos hacia nuestras salas de clase, con el pavor de ser sorprendidos por alguna réplica... cuando llegué, había comida derramada en el suelo, mis libretas, lápices, estaban tiradas también, tan rápido como pude las puse en mi mochila y me apresuré a bajar las escaleras para estar en un lugar "seguro" de nuevo. Creo que se hubieran roto algunos récord por la rapidez en la que todos estábamos nuevo en la plaza cívica. Recuerdo que yo estaba preocupado y quería saber si al día siguiente habría clases... sí, era nerd.

cuando bajamos a la plaza cívica, ya algunos papás regresaban por sus hijos, afortunadamente un primo estudiaba en una prepa muy cercana a mi escuela, él llegó por mi y nos fuimos a la casa... no recuerdo cómo es que nos fuimos, si en carro, camión, no sé, sólo recuerdo que cuando llegaba al centro de la ciudad se podía respirar la muerte, desolación, tristeza...

Ese noche dormimos en el jardín principal, sin el temor de que nos cayera algo, pues no había nada sobre nosotros, sólo algunas palmeras, pero las evitamos. Llegué a acostumbrarme al movimiento telúrico que me arrullaba y dormí... Al día siguiente regresamos a casa, recuerdo que estábamos casi siempre afuera, incluso fueron varios días los que dormimos en la sala, a unos centímetros de la puerta.

Ese día después de sentir sólo un poco de la furia de la Tierra y de sus movimientos naturales y de darnos cuenta que no somos nada en comparación con su poder, me daba cuenta de terribles noticias: Un hotel había sido completamente destruído, mucha gente había muerto, el mar se había salido en algunos puntos del puerto y muchas casas habían sido destruídas.

Al día de hoy, seguimos recordando ese día, el 9 de octubre de 1995, San Eleuterio, ese santo que se llevó a tanta gente y que destruyó casas y familias, que nos hizo recordar lo frágiles que somos y lo expuestos que estamos al destino común que todos tenemos: la muerte.

Este día habrá simulacros y misas en toda la ciudad, con el afán de extender una oración por las almas que ya no están con nosotros, por los que quedaron sepultados en los escombros de ladrillo y fierro del hotel, de las casas...

Ahora tengo 24 años y creo que este día es parte de mi historia y de mi vida.

Jesús

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